El urinario, Lorenzo Silva, Destino, 2007
Cuando leí por
primera vez a Lorenzo Silva descubrí a un gran autor al que desde entonces no
he dejado de seguir. Con más de una treintena de obras publicadas hasta ahora
es difícil ponerse al día rápidamente.
El urinario es una de sus novelas más antiguas. Tal y
como él mismo explica, permaneció mucho tiempo en un cajón (no sé si en el suyo
o en el de algún editor indeciso), y cuando por fin salió al mercado algunas de
las reflexiones que contiene se habían quedado obsoletas. Junto a La flaqueza del bolchevique (adaptada al
cine por Manuel Martín Cuenca) y El ángel
oculto forma una trilogía con las nostalgias y las pérdidas como elemento
común.
Comienza el libro
con lo que podría ser el escueto texto de un informe judicial. J.L.R.,
fallecido por atropello, ha sido encontrado con dos cartas como única herencia.
En ellas se dirige directamente al juez que llevará su caso, exculpando a nadie
de su previsible final.
J.L.R es un hombre
cualquiera (en todos los sentidos), un trabajador acostumbrado a lidiar con
ejecutivos agresivos, a asistir a tediosas conferencias y a dormir sólo a miles
de kilómetros de su casa. Ni su ocupación, ni sus posesiones materiales ni su
novia Natalia (a la que hace tiempo ha dejado de querer) suponen motivación
alguna.
Tiene todo o casi
todo lo que un hombre puede querer, y aún así está desencantado. Se siente un
perdedor, se lo cree, y posiblemente lo sea. Por eso las dos cartas, por eso su
decisión. Porque cuando a un hombre todo lo que le ocurre en la vida pasa en un
urinario…
Me sorprende que un
texto tan sombrío pudiera salir de la pluma temprana de un autor veinteañero.
Ya se aprecia la calidad, el lenguaje cuidado, el vocabulario escogido y las
buenas maneras. Es una novela corta donde se deja ver el escritor en el que
años después se ha convertido Silva. Nunca defrauda. Para mí, sin duda, uno de
los mejores escritores españoles del panorama actual.
Virginia
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