domingo, 27 de junio de 2010

Blackout

Gianluca Morozzi, Alba oscura, 2010.

Bolonia, 15 de agosto. Festivo. La ciudad vacía. Un calor insoportable.

Aldo Ferro, cuarenta años. Asesino, torturador, sádico. Lleva una doble vida, la del propietario de varios locales nocturnos, casado y con un hijo, y la del creador de snuff movies.

Claudia, 24 años, camarera en un bar de mala muerte donde es obligada a llevar un uniforme casi pornográfico y cuyo jefe la acosa, trabaja en verano para pagar la matrícula de la universidad. Su novia, Bea, lleva semanas fuera por trabajo.

Tomás, 16 años, ha conocido a su novia Francesca, de Parma, por internet. Después de mucho planearlo, hoy escaparán juntos a Ámsterdam, para alejarse de la familia maltratadora de Francesca y estar juntos por fin.

A las 17:03 horas coinciden en el vestíbulo de un edificio de 20 pisos con dos ascensores. Uno está estropeado, así que montan juntos en el otro ascensor.

Se detiene entre los pisos 11 y 12. Luz verde, calor asfixiante, muy poco oxígeno. Olor rancio a sudor. Sed. Falta de espacio. Ferro mira con ojos de deseo las piernas de Claudia, muy visibles bajo el corto uniforme. Piensa en la de combinaciones que podrían filmarse con el adolescente y la camarera, y en la navaja que lleva en el bolsillo. Pasan las horas, y nadie les socorre...

Una trama bien planteada, que engancha rápidamente. Me gusta mucho cómo funciona el triángulo: probablemente, si Ferro se hubiera encontrado solo con Claudia la hubiera violado en la primera media hora. Si Claudia y Tomás o Tomás y Ferro se hubieran quedado encerrados solos, la tensión hubiera sido mucho menor. Pero el tercer elemento obliga a Ferro a controlarse, a sabiendas de que en algún momento los rescatarán y no pueden descubrir su otra vida. Para potenciar la empatía con Claudia, los otros dos personajes se dibujan a la contra: Ferro, que acumula todos los rasgos para asquearnos, y Tomás, tan joven, no se atreve a oponerse abiertamente a Ferro (por otra parte, al ser el más gris de los tres, va perdiendo protagonismo progresivamente, para favorecer la identificación con Claudia).

Sin embargo, cuando los hechos se precipitan, Claudia no es tan débil como la situación podría dar a entender, y se defiende. La situación cambia, pero se mantiene la tensión, el calor, la sed, la falta de espacio, el olor, el asco.

Hay un giro más y el final se me antoja desconcertante. Una parte me parece brillante, otra, muy forzada. Enlaza con una tendencia fácil de apreciar desde el principio: el exceso, la desmesura, la vulgaridad que marcan el texto. El autor elige construir desde lo explícito, resultar desagradable y ofensivo. Hay elementos que a mí me sobran: el pelo verde de Claudia, el sueño de Claudia que le impide oír la proposición de Ferro a Tomás, el estado catatónico de Tomás, el "¿qué queréis decir con que me estabais esperando?", el "debo firmar el acuerdo, ¿verdad?", pero sé que están en consonancia con el texto, que suman y suman y suman para que todo desborde como lo hace.

El original es de 2004. Me sorprende esa fecha, creo recordar que entonces quizá éramos espectadores más ingenuos. Tiene una versión cinematográfica del 2008, de la que he visto el trailer y en la que aparantemente sólo mantienen la idea de tres personas encerradas en un ascensor, porque los personajes no parecen ser los mismos que los del libro.

Lo mejor: la atmósfera asfixiante.

Lo peor: la vulgaridad.

viernes, 25 de junio de 2010

EL ASEDIO.


El Asedio. Arturo Perez Reverte. Alfaguara.

Vaya por delante una afirmación: yo soy Revertiano. Cien por cien. Gran parte de sus artículos y novelas me han dejado plenamente satisfecho. Dicho esto debo afirmar, con gran dolor, que ésta su última novela, me ha parecido un auténtico tostón. He dicho.

Reverte nos intenta contar una novela policiaca, en un entorno histórico muy definido con una correlación de personajes excesiva que se pierden irremediablemente en una verborrea de tecnicismos sobre navegación y armamento. Los que le llevamos leyendo muchos años conocemos su cada vez más acuciante pasión por dichos ámbitos: El Mar y la guerra. Pero esta vez se ha pasado. Ha querido meternos dentro de la historia toda su sabiduría y lo ha conseguido, aunque para ello tanto la historia como los personajes hayan quedado gravemente dañados. Se convierten en algo secundario. Y eso, a mi entender es un gran error. Estaría estupendo si quisiéramos leer una enciclopedia pero no para entretenernos que teóricamente es lo que debe conseguir una novela.

Si dejamos a un lado la sapiencia del autor; ésta es la trama de (agárrense que vienen curvas ): Rogelio Tizón, comisario de policía obsesionado por entender las pautas de un asesino múltiple, Lolita Palma una soltera, pija , rica aficionada a la botánica que bebe los vientos por un lobo de mar de esos fornidos y con cara de malo-bueno que el cine tanto ha reflejado; Pepe Lobo, ( bien traído el apellido señor Reverte ), capitán mercante, corsario, deseoso de olvidar el mar y acosado muy educadamente por la pija; Simón Desfosseux, profesor de física, capitán francés dedicado a bombardear Cádiz durante 700 páginas ( apasionante ); Gregorio Fumagal, taxidermista ( si si taxidermista ) misántropo, y el típico personaje que pasaba por allí; Felipe Mojarra, guerrillero de Cádiz, explorador del ejército… y más y más y mucho mucho más. ¿Les ha quedado claro toda la amalgama protagonista? A mí tampoco y juro que me he acabado la novela tras dos meses de arduo esfuerzo.

En fin no les entretengo más que les recomiendo de Pérez Reverte, la carta esférica, la tabla de Flandes, cualquier Alastriste, la piel del tambor… cualquiera menos esta. Esta NO.

Lo Mejor: la última página. Todo mal tiene siempre un final.

Lo Peor: Las 751 páginas anteriores.

LA HIJA DE ROBERT POSTE


Stella Gibbons, Impedimenta, 2010.

Reconozco que las apariencias me pierden, y si decidí llevarme esta novela fue precisamente por eso: le he cogido un cariño especial a los libros que publica Impedimenta, pues son “distintos”, son una pequeña joya al alcance de todos los apasionados por la literatura.

No me había acercado hasta ahora a la literatura inglesa del XX, y menos aún al género cómico y desde luego ha merecido la pena, aunque me hubiera gustado poder disfrutar plenamente del libro si mi nivel de inglés y mi conocimiento de la cultura inglesa me lo hubieran permitido. Con esto me refiero a que aunque la traducción del texto sea impecable (según los expertos) es una novela que pierde la gracia al traducirse y ahora entenderéis por qué.

La hija de Robert Poste son los cinco años posteriores a la muerte de los padres de Flora Poste, la indiscutible protagonista de esta historia: una joven urbanitas de los años 20 que al encontrarse huérfana y no tener ninguna intención ni de ponerse a trabajar ni de casarse, decide buscar familiares lo suficientemente bondadosos como para que puedan hacerse cargo de ella. Es así como llega hasta Cold Confort Farm, en el condado de Sussex en el sur de Inglaterra: la granja en la que viven los Starkadder, una galería de multitud de personajes al cuál más “paleto” a los que decide civilizar. No puedo evitar comparar a Flora con esas chicas de los programas de la MTV que les cambian la apariencia a los concursantes, los modales… ¡si en el fondo todo está ya inventado!

Sin embargo, lo de que pierde la gracia al traducirse lo digo por esto: con este libro, Stella Gibbons, inventa un modelo de lengua que se ajustaba al habla rural de Sussex: propone una transcripción fonética de la lengua inglesa del sur (del tipo “Ni smorning” por “Nice morning”, “Ow ‘e is” por “How he is”, etc.) que para un inglés resulta desternillante, pero que a mí, la verdad, la ignorancia lingüística no me deja verle la gracia. Es decir, que hay una parte de la novela que sólo puede apreciarse en su lengua original, aunque esté bien transcrito y señalado en la presente edición. Y no sólo eso, sino que además inventa palabras que no tienen traducción al español, porque de hecho no tienen un significado concreto en inglés: son sugerencias conceptuales que se han convertido en clásicos de la lengua inglesa humorística: vamos, que sólo lo entienden ellos (si todos sabemos que son muy suyos, que lo de la integración con Europa….)

Pero bueno, no por esto pierde la gracia del todo, sino que el sarcasmo de la autora se deja ver en la forma de actuar de sus personajes, en sus gustos literarios, y en multitud de referencias a lo largo de toda la obra; se ensaña, pero muy sutilmente, con todos aquellos autores y libros sobre la educación de las jovencitas de finales del XIX, que también aparecen en la literatura española.

La verdad es que es una novela que transmite la tranquilidad del campo en el que se desarrolla y aunque no tenga una gran trama argumental, nos deja mucho más que un buen rato de lectura. Pero si pensáis que os vais a reír a carcajadas porque lo que reza el Sunday Times en la fajilla del libro (“Probablemente la novela más divertida jamás escrita”) para nada.

Noelia

jueves, 24 de junio de 2010

Operación Octopus. Daniel Estulin.


CONSPIRACIÓN OCTOPUS. Daniel Estulin. Ediciones B.

Pues parece que me he empeñado en adentrarme en las novelas policiacas. Debe ser una necesidad de descubrir a los asesinos, conspiradores, terroristas o mala gente en general, antes que nadie, antes que el autor, antes que el propio asesino. Pero me sigue saliendo el tiro por la culata. Eso me pasa por obsesionarme en leer los libros por sus portadas de colores. No puede ser. Una vez más he vuelto a fracasar.

Con toda mi buena intención me llevé la novela de Daniel Estulin por su llamativa portada con un pulpo gigante comiéndose la tierra, con un fondo amarillo Piolín y su pasado investigador del club Bilderberg. Que deber ser una megapandi de jefazos del mundo mundial que deciden si subirnos el precio de la barra de pan o provocar una guerra en China porque sobra mucha gente y no caben. Y lo que me encontré es la historia de Simone Casalaro, insigne profesora de literatura ( el capítulo donde ella da clase me parece el mejor del libro ) cuyo hermano periodista sufre las consecuencias de sus investigaciones sobre ese insigne club.

El libro se sostiene con toda la trama de poder de jefes de estado, presidentes de bancos internacionales, agencias de investigación… pecando quizás de terminología bancaria y judicial que al autor le deben parecer el pan nuestro de cada día ( amen) pero al lector inexperto en esos lares como yo mismo, le superan.

Recomendado para pasar alguna buena tarde de piscina pero nada más. Se nota demasiado su pasión por el ensayo. Definámoslo como “entretenidillo”.

Lo mejor: el personaje de la profesora de literatura. Simone.

Lo peor: La enrevesada terminología bancaria y técnica. Fácil para Botín, difícil para mí.

miércoles, 23 de junio de 2010

El Palacio de la Luna

Paul Auster, Anagrama, 1996.

"Fue el verano en que el hombre pisó por primera vez la luna. Yo era muy joven entonces, pero no creía que hubiera futuro. Quería vivir peligrosamente, ir lo más lejos posible y luego ver qué me sucedía cuando llegara allí. Tal y como salieron las cosas, casi no lo consigo. Poco a poco, vi cómo mi dinero iba menguando hasta quedar reducido a cero; perdí el apartamento; acabé viviendo en las calles. De no haber sido por una chica que se llamaba Kitty Wu, probablemente me habría muerto de hambre. La había conocido por casualidad muy poco antes, pero con el tiempo llegué a considerar esta casualidad una forma de predisposición, un modo de salvarme por medio de la mente de otros. Esa fue la primera parte. A partir de entonces me ocurrieron cosas extrañas. Acepté el trabajo que me ofreció el viejo de la silla de ruedas. Descubrí quién era mi padre. Crucé a pie el desierto desde Utah a California. Eso fue hace mucho tiempo, claro, pero recuerdo bien aquellos tiempos, los recuerdo como el principio de mi vida".

Así comienza El palacio de la Luna, y conviene releer este párrafo una vez terminada la obra, pues no sólo es un resumen magnífico del argumento, sino la explicación de los vínculos entre las diferentes etapas de la narración: me pasó todo esto, eso me convirtió en el hombre que soy, a partir de aquí empecé otra vez. Pocos personajes con relaciones muy estrechas, juntados por ese azar o predisposición, que van modelando la vida del narrador, una montaña rusa llena de altos y bajos donde la soledad, la percepción, el conocimiento y la dicha se alternan constantemente. Varios aspectos me llaman la atención, porque se utilizan como armazón estructural: el conocimiento de los orígenes en la edad adulta, la orfandad, los libros como herencia (Víctor se los lega a M.S., Thomas Effing lo escribe para Julian, M.S. escribe la obra que leemos), la creación artística como forma de expresión (Kitty baila, Effing pinta, Julian y M.S. escriben) la volubilidad de lo material (tener un lugar donde dormir, conseguir dinero). Los personajes se dedican a vivir, a hacer lo que les gusta, lo que creen que deben hacer o simplemente se entretienen, porque o bien tienen dinero, o bien se lo regalan, o bien toman trabajos esporádicos, pero ninguno construye mientras es el foco de la narración una rutina laboral que le permita ganar dinero de forma constante y crear a la vez vínculos con otros seres humanos. Son, casi todos, personas muy solitarias, que generalmente no se sienten así, excepto en los momentos en que se quedan completamente solos.
Hasta el momento había leído, en este orden, El libro de las ilusiones, Un hombre en la oscuridad y Brooklyn Follies. A todos les encontraba rasgos brillantes, pero en todos echaba algo en falta, una estructura más armada, una narración en lugar de hechos sueltos. Aunque El Palacio de la Luna adolece en parte de los mismos defectos, es la obra que más me ha gustado, me parece más entretenida y más redonda. Aunque sigo sin comprender el origen de la fama de Paul Auster, y aunque sigo sin contarle entre mis autores favoritos, este libro me ha reconciliado con él. Creo que es el mejor de los que he leído para aquellos que se acerquen al autor por primera vez.

"A eso es a lo que se reduce la historia, creo. A una serie de oportunidades perdidas. Teníamos todas las piezas desde el principio, pero nadie supo encajarlas".

lunes, 21 de junio de 2010

Un poco más solos

He estado buscando fotos para colgar una pequeña entrada por el fallecimiento de Saramago. En muchas aparece serio, no parece importarle mucho la imagen resultante. En muchas aparece delante de un micrófono, pues es fácil recordarle hablando al mundo. En casi todas aparece ya anciano. Luego he decidido que no incluiré ninguna, porque todos tenemos su rostro en mente.

He estado pensando qué podría decir de Saramago. Como librera, conozco prácticamente todos sus libros, pues casi todos tienen venta constante. Como lectora, recuerdo la admiración que me produjo Ensayo sobre la ceguera, el esfuerzo que me supuso terminar Todos los nombres y La balsa de la medusa, y el abandono al principio de El viaje del elefante. Me gustaban sus argumentos, su transmisión de ideas, pero sus textos densos, cada vez con menos puntuación, hacían sus páginas ilegibles para mí, lectora de calle y de autobús. Como paseante le recuerdo firmando algún ejemplar para mi madre en la feria, hace muchos años, sereno y cortés. Como estudiante, le escuché en conferencias en la universidad, leí artículos suyos que me pasaban amigos de políticas, admirábamos su compromiso por toda causa donde detectaba injusticia. Me viene a la mente hablando del EZLN y el Subcomandante Marcos, de Palestina, del Sáhara.

El sábado, en la playa, vi su foto en la portada del diario que cogí junto al desayuno y leí que había fallecido. No me extrañó. Era muy mayor, sabía que estaba enfermo. Hace años, cuando salió El viaje del elefante, me invitaron a un homenaje que le hizo Santillana, no puede acudir y me dio mucha pena. Luego me contaron que se le vio débil, y que todos estaban preocupados por su salud.

Sin embargo, que no fuera una sorpresa no evitó que se me encogiera el estómago. Desde entonces, algo es más triste. Admiraba su lucidez, su valentía, su incansable denuncia. Admiraba su soledad de intelectual comprometido, que reflexiona y nos dice lo que le parece bien y lo que le parece mal, que nos recuerda que tomar partido no tiene por qué ser una elección, quizá sea una obligación. Que está en sus libros y está en su contexto.

Y ahora, me siento huérfana. Me siento triste. Siento que el mundo es un poco peor por su ausencia. Se diluirá, como lo hace siempre el dolor, pero no cambiará el hueco que se queda. Me consuela pensar que muchos otros también lo sienten, que su voz fue escuchada. Desde aquí, mi reconocimiento, mi respeto y mi despedida.

domingo, 13 de junio de 2010

El tiempo entre costuras


El tiempo entre costuras, María Dueñas, Temas de Hoy, 2009
En vista de que semana tras semana ocupaba el número uno de nuestro ranking de los más vendidos entendí que debía merecer la pena leerlo (aunque el libro haya despuntado un año después de su publicación).
Nada más abrir sus páginas descubrí a su protagonista, Sira, y se me encogió el cuerpo (quien me conoce bien sabe qué es este nombre para mí). Con ella viajamos y sufrimos por la Guerra Civil en las colonias españolas a golpe de puntada.
Sira es una humilde aprendiz de modista criada en el Madrid más castizo. Sus pasiones, el dolor y la búsqueda de un futuro mejor hacen que pronto deje atrás su vida para emprender viaje (Tetúan, Tánger, Lisboa...) y cambiar para siempre.
Su lectura es fácil, agradable, aunque en ocasiones las descripciones secundarias se comen el hilo de la narración.
Con un ritmo a veces demasiado lento y un lenguaje rico asistimos a la metamorfosis quizá inverosímil de Sira, que acabará convertida en una "gran señora", admirada y poderosa.
Podríamos decir que es una novela histórica, no desmerecería el género, con alusiones a grandes nombres de la guerra y el gobierno resultante, pero posiblemente hubiera tenido menos público y menos éxito.
Es cierto que me ha gustado, pero me queda la sensación de que es un libro que no cualquier hombre, pero casi todas las mujeres, disfrutarán.
Además de un poso de "engaño". Ésta no es la guerra de mis abuelos, la guerra que me contaron, la que aún recuerdan con angustia. No digo que no fuera así (del otro lado del Estrecho), pero me sobra almíbar y me faltan hambre y pena.
Virginia

viernes, 4 de junio de 2010

La estrategia del agua


La estrategia del agua, Lorenzo Silva, Destino, 2010

Desde que terminé la trilogía Larsson, hace un año ya, no había vuelto a la novela negra. Y me apetecía probarme de nuevo como espectadora de asesinatos y conspiraciones varias.
En La estrategia del agua Lorenzo Silva nos devuelve a los personajes principales de sus novelas (éste es el sexto libro de la saga picoleta). Chamorro y Bevilacqua forman un dúo prolijo, tanto para él como para los lectores. Son una dupla infranqueable, sobre la que ni el mal ni su insinuada atracción (quizá ni ellos lo saben aún) causan daño alguno.
Es un libro rápido, de los que coges sin demasiado afán y que no puedes soltar después de leer la primera página.
Pero lo mejor de Silva no es la forma ligera en que te lleva por la escena del crimen, el muerto, su entorno, los sospechosos y los culpables. Lo mejor es el trasfondo. Ninguno de los elementos con los que envuelve la trama están por descuido o casualidad. Duras críticas a la judicatura; la falta de medios con la que a menudo debe trabajar la Benemérita (o cualquiera de los Cuerpos de Seguridad del Estado); el desencanto de una profesión dura y casi siempre mal reconocida; la facilidad con que cualquier mujer sin escrúpulos puede, hoy en día, destrozar la vida de un hombre inocente (siempre que lo sea) en nombre de su propio beneficio o de una pérfida venganza; la inmigración; los submundos...
Creo que después de este aperitivo, volveré a la policíaca y a Silva, para ponerme al día del pasado de Virginia y Rubén y estar preparada para futuras novedades, que espero las haya.
Lo mejor: la pareja de protagonistas
Lo peor: la evidencia demasiado temprana del asesino, o al menos, del cerebro del crimen.
Totalmente recomendable
Virginia