Gianluca Morozzi, Alba oscura, 2010.
Bolonia, 15 de agosto. Festivo. La ciudad vacía. Un calor insoportable.
Aldo Ferro, cuarenta años. Asesino, torturador, sádico. Lleva una doble vida, la del propietario de varios locales nocturnos, casado y con un hijo, y la del creador de snuff movies.
Claudia, 24 años, camarera en un bar de mala muerte donde es obligada a llevar un uniforme casi pornográfico y cuyo jefe la acosa, trabaja en verano para pagar la matrícula de la universidad. Su novia, Bea, lleva semanas fuera por trabajo.
Tomás, 16 años, ha conocido a su novia Francesca, de Parma, por internet. Después de mucho planearlo, hoy escaparán juntos a Ámsterdam, para alejarse de la familia maltratadora de Francesca y estar juntos por fin.
A las 17:03 horas coinciden en el vestíbulo de un edificio de 20 pisos con dos ascensores. Uno está estropeado, así que montan juntos en el otro ascensor.
Se detiene entre los pisos 11 y 12. Luz verde, calor asfixiante, muy poco oxígeno. Olor rancio a sudor. Sed. Falta de espacio. Ferro mira con ojos de deseo las piernas de Claudia, muy visibles bajo el corto uniforme. Piensa en la de combinaciones que podrían filmarse con el adolescente y la camarera, y en la navaja que lleva en el bolsillo. Pasan las horas, y nadie les socorre...
Una trama bien planteada, que engancha rápidamente. Me gusta mucho cómo funciona el triángulo: probablemente, si Ferro se hubiera encontrado solo con Claudia la hubiera violado en la primera media hora. Si Claudia y Tomás o Tomás y Ferro se hubieran quedado encerrados solos, la tensión hubiera sido mucho menor. Pero el tercer elemento obliga a Ferro a controlarse, a sabiendas de que en algún momento los rescatarán y no pueden descubrir su otra vida. Para potenciar la empatía con Claudia, los otros dos personajes se dibujan a la contra: Ferro, que acumula todos los rasgos para asquearnos, y Tomás, tan joven, no se atreve a oponerse abiertamente a Ferro (por otra parte, al ser el más gris de los tres, va perdiendo protagonismo progresivamente, para favorecer la identificación con Claudia).
Sin embargo, cuando los hechos se precipitan, Claudia no es tan débil como la situación podría dar a entender, y se defiende. La situación cambia, pero se mantiene la tensión, el calor, la sed, la falta de espacio, el olor, el asco.
Hay un giro más y el final se me antoja desconcertante. Una parte me parece brillante, otra, muy forzada. Enlaza con una tendencia fácil de apreciar desde el principio: el exceso, la desmesura, la vulgaridad que marcan el texto. El autor elige construir desde lo explícito, resultar desagradable y ofensivo. Hay elementos que a mí me sobran: el pelo verde de Claudia, el sueño de Claudia que le impide oír la proposición de Ferro a Tomás, el estado catatónico de Tomás, el "¿qué queréis decir con que me estabais esperando?", el "debo firmar el acuerdo, ¿verdad?", pero sé que están en consonancia con el texto, que suman y suman y suman para que todo desborde como lo hace.
El original es de 2004. Me sorprende esa fecha, creo recordar que entonces quizá éramos espectadores más ingenuos. Tiene una versión cinematográfica del 2008, de la que he visto el trailer y en la que aparantemente sólo mantienen la idea de tres personas encerradas en un ascensor, porque los personajes no parecen ser los mismos que los del libro.
Lo mejor: la atmósfera asfixiante.
Lo peor: la vulgaridad.
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