Audrey Niffenegger, Salamandra, 2010.
Me gustaba el título y me gustaba la portada. Me gustaba la idea de que este libro fuera una apuesta para Salamandra lo suficientemente importante como para sacarla en tapa dura, poco habitual en ellos. Y poco más me ha gustado porque, señores, esta novela no merece la pena. Dos pares de gemelas, dramón familiar, un cementerio y fantasmas son los ingredientes un cóctel insípido y demasiado espeso.
Me recuerda ligeramente a "El cuento número trece". Conserva el peso de los secretos del pasado, el ambiente tétrico, el inmovilismo. Me gusta el juego de gemelas, y me gusta Martin, el vecino con TOC. Sin embargo, creo que sobran páginas (tarda más de cien en empezar a tener un poco de intriga), sobran historias (se profundiza demasiado en los secundarios, y eso también colabora en la extensión: ¿era necesaria la información sobre la vida de los muertos del cementerio, sobre la relación con Marijke una vez ella está en Ámsterdam, sobre los nietos de Jessicca...?), sobra imaginación (qué decir de la última parte; no cuento para no destrozarla, pero, aunque admito que algún giro me ha resultado sorprendente, creo que se le va de las manos de mala manera... ¿cómo llega Elspeth a su piso? ¿por qué no pueden salir, pero sí apoyarse en los pájaros?) y falta coherencia, o que alguien me explique, si Elspeth es tan mala, cómo pueden quererla tantos personajes a lo largo de la novela, y si no lo es, cómo puede seguir después de lo ocurrido... Y mejor ni hablamos del drama de esa familia, es que eso no tiene nombre... Y vaya santo, Jack, tantos años con lo que tenía encima....
Una vez terminada, he creído entender que la apuesta se debe a las ventas de la primera novela de la autora: suya es "La mujer del viajero en el tiempo". Desde luego, por mí no repetirá hazaña. Porque al que me pregunte le diré que no pierda el tiempo leyéndola.
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