La tabla esmeralda, Carla Montero, Plaza y Janés, 2012
Hacía meses que no
me enfrascaba en una novela tan larga ni que lo hacía con tanto entusiasmo.
Como dicen Óscar y Carolina, cuánto daño hace un buen libro, porque qué difícil
resulta elegir el siguiente.
La tabla esmeralda tiene bastantes de los ingredientes
que desde siempre han funcionado para que un relato tenga éxito: intriga,
historia y amor. Una vez superado el prólogo (que a mi gusto sobra y quizá
asuste al que coge el libro sin mucho convencimiento) nos centramos en Ana
García-Brest, una joven investigadora de arte y especialista en el italiano
Giorgione (S.XV) que “gracias” a su alto, guapo y adineradisísimo novio Konrad,
se enfrasca en la búsqueda de uno de los cuadros más misteriosos del pintor, El Astrólogo. Y como cada vez que uno se
retrotrae en la Historia
en busca de un hilo del que tirar hasta llegar al objetivo, las trabas se
multiplican. Según las primeras pistas El
Astrólogo perteneció a la familia (judía) Bauer, en concreto a Sarah, única
superviviente en el París ocupado por la marea nazi. Así que a buscar.
Y a partir de aquí
la autora nos trae y nos lleva de delante hacia atrás, siempre por París,
actualmente o durante la
Ocupación , de la mano de estas dos mujeres, tan diferentes y
tan importantes ambas para la narración. Son sin duda las dos protagonistas,
antagónicas pero fundamentales. Así como Sarah resulta ser una mujer valiente,
decidida, kamikaze a veces pero en continuo crecimiento y evolución; Ana es la
pobrecita, la que es, está y parece a la sombra de su novio, la que se deja
llevar y la que supedita su voluntad a la de los demás.
Es posible que haya
cierta descompensación entre ambos planos. La parte histórica es mucho más
rica, más elaborada, con destacada documentación, bonita y con más miga. La
actual, con Ana al frente, es más light, flojea en el estilo y la calidad, y
quizá eso la hace menos interesante.
La trama avanza
lenta, que nadie espere ese ansia que provocan las intrigas sin respiro, se deleita
en detalles y se recrea en un manejo de los tiempos que sólo se ven alterados
al final. No hay grandes giros ni sorpresas bestiales. Puede que quien haya
leído algo del estilo (Dime quién soy,
por ejemplo), encuentre bastante obvio el desenlace hacia la mitad del libro.
No entiendo que nadie que sea capaz de escribir 700 páginas tenga prisa por
acabar.
Pero me ha gustado, y bastante. Creo que es un libro
que engancha, pero que lo hace sin robarte horas de sueño, de forma pausada, lo
que quizá haga que lo saborees más. Lo recomiendo para playas, piscinas o
montañas. Y les gustará a los fieles a la histórica, a los romanticones y a los
que se enredan en misterios misteriosos.
Lo mejor: Quizá sea
injusto, pero a mi gusto Teo, taaaan Vaquerizo
Lo peor: La parte
mujer-florero de Ana
Virginia
Apuntado queda para mis días de playita que están por venir (ya queda menos). :)
ResponderEliminarÓscar