Douglas Kennedy, Planeta, 2012.
Otra lectura fresquita para verano: un libro de amores intensos, decisiones difíciles y oportunidades perdidas. Es un llamamiento a aprovechar lo que la vida nos ofrece y nosotros nos negamos a nosotros mismos.
Thomas Nessbitt, autor de libros de viajes, está en un momento de cambio en su vida: su padre acaba de morir, en un arrebato se ha comprado una casa distante, su matrimonio se ha precipitado hacia la separación... Recibe un paquete que le hace recordar su juventud, un viaje a Berlín en 1984 donde conoció a la mujer de su vida. Este libro es la historia de ellos dos, de cómo se conocieron, de una ciudad dividida por un muro y de dos estados vigilándose continuamente. Me gustan mucho las descripciones de Berlín, el aire de libertad y de conflicto, de oportunidades y de restricciones.
Lo mejor: algunos personajes cobran auténtica vida. Es el caso de Thomas, con una personalidad marcada, con capacidad de decir (casi siempre) la frase acertada. Y también su compañero de piso, artista torturado, homosexual y heroinómano; o el amante árabe de éste, encerrado en unas convenciones sociales que le impiden ser la persona que desearía; o el joven lector de manga que sueña con abrir su propia librería, y convertirla en la mejor de toda Alemania. En realidad, me gusta todo el libro salvo lo referente a la historia de amor.
Lo peor: dos cosas: un exceso de azúcar a la hora de contar la relación amorosa; y especialmente, la estructura escogida, que hace que para cambiar el punto de vista, al final del libro la historia se repita completa; nos están contando cosas de las que sabemos casi todo (y de las que sabemos el final) y nos preguntamos qué aportan esas hojas. Hay que hacer un esfuerzo para terminar el libro.
Bueno para piscina, con buenos personajes y bien escrito, pero con poca trascendencia.
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