Sonia Fernández-Vidal, La Galera, 2011.
Es esta una novela destinada a acercar a los chavales a la física cuántica. Niko lee proyectado sobre el techo de su habitación un extraño mensaje: “si quieres que sucedan cosas diferentes, deja de hacer siempre lo mismo”. Cambia la ruta para ir a clase y repara en un extraño edificio que no había visto antes, con una puerta con tres cerrojos. Al atravesarla, Niko entra en otro mundo, el mundo cuántico; ayudado por un elfo y un hada, será testigo de un montón de sucesos: desde un big bang y un big crunch, a las partículas tuneleando, e irá aprendiendo muchas cosas nuevas: la superposición, la relatividad, la materia y la antimateria, los agujeros negros... Incorpora al final un diccionario "para estudiantes aventajados" donde explica términos como Bosón de Higgs, contracción de longitud, principio de incertidumbre de Heisenberg...
Niko aprenderá que para avanzar hay que hacerse preguntas constantemente, y que pueden existir realidades que todavía no conocemos, pero que no debemos cerrarnos a nuevas opciones. Es una novela ágil y entretenida, en la que los conceptos está bien ensamblados, fácil de leer y que nos acerca de manera sencilla a temas que arrastran fama de aburridos. Yo la recomiendo.
Lo mejor: los enigmas que salen todo el rato, que te pican un montón: “imaginaos una calle por la que circula un coche oscuro, sin luces. Todas las farolas de la calle están apagadas. No hay resplandor de ninguna casa ni luz proveniente de los escaparates. De repente, un gato negro cruza por delante del coche. Sin embargo, el conductor frena a tiempo antes de atropellarlo. ¿Cómo ha conseguido verlo?”.
Lo peor: las ilustraciones de los personajes, pues son dibujos bastante feos. Me gustan los símbolos que salen por muchas páginas, las letras griegas, los laberintos, y las tres llaves, siempre diferentes; pero no las imágenes de Niko y sus amigos, que hacen que el libro parezca destinado a chicos mucho más pequeños....
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