En casi todas las casas de verano de este país hay un libro de Isabel Allende. Yo leí dos o tres (creo que fueron tres, pero no recuerdo el tercer título, así que quizá fueron sólo dos...) hace diez años, en esa época feliz de veranos eternos, playas disponibles y noches sin fin. En esas vacaciones en que una se iba para una semana a casa de alguien y se quedaba tres, y se le acababa el libro que llevaba y recurría a lo primero que encontraba. En esa época me dije que leer a Isabel Allende era una pérdida de tiempo, que para leer realismo mágico mucho mejor García Márquez, que tiene una obra extensa y fascinante, y nos ahorrábamos las ñoñerías y el tópico de la mujer narradora y la matriarca que todo lo nutre, que me llegaron a cansar mucho. Ahora, muchos años después, cae una nueva novela suya en mis manos, de sobrecubierta muy fea y texto de contraportada muy mal escogido. Pero es verdad que las dos primeras páginas atrapan, así que me di una nueva oportunidad.
Maya Vidal tiene 19 años y un pasado oscuro que la obliga a salir huyendo porque corre peligro. Su abuela chilena le apaña una estancia en Chiloé, un pequeño pueblo en una pequeña isla al sur del país. En ese lugar tan distinto, Maya escribe un cuaderno para comprender y para no olvidar. Leyéndolo sabremos de su infancia feliz con sus abuelos, de la ausencia de su padre, de la adolescencia difícil y del bucle que la arrastra hasta esa casa, donde a través de Manuel Arias, antiguo amigo de su abuela, Maya accede a la vida tranquila y rural de esa cerrada comunidad que aún funciona con trueque, donde todo el mundo echa una mano y donde el mar, el trabajo y el silencio marcan el ritmo de las estaciones.
Durante cuatro días he vivido con la familia Vidal y con los habitantes de Chiloé, se me han metido dentro con sus excesos y su locuras, con su ternura y su entrega, con su angustia y sus dolores. Compruebo satisfecha que Allende ha dejado atrás ese realismo mágico (para mí, mal entendido) que me alejó de ella hace años, y que ha mantenido el lenguaje expresivo y los personajes pasionales que fascinan a tantos lectores. Es una novela fácil y amena de la que uno quiere seguir leyendo. Son personajes fuertes y reales, que uno querría conocer. Y son paisajes fantásticos que uno querría poder pasear. Y por fin puedo decir que es una novela estupenda para verano, pues engancha pero sin complicaciones, con un pozo oscuro que la hace muy accesible para adolescentes que estén saltando a la lectura adulta. Y aunque le critico ciertas licencias por previsibles o manidas, puedo afirmar, sin dudar, que he disfrutado leyéndola, y que para mí merece la pena. Si la leéis, ya me diréis, si yo me hice mejor lectora (o quizá sólo mucho más tolerante) o si ella se hizo mejor escritora.
A mi también me ha encantado concer a Maya y vivir con ella sus alegrías y sus penas. Maya es entrañable, Popo, Manuel, Nini... simplemente geniales.Vir
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