No conocía a Empar Moliner. Empecé el libro porque era esa editorial y porque era un autor español, y porque el único autor español que les había leído (Monteagudo) me había sorprendido y quería saber qué línea editorial estaban construyendo.
Mi primera impresión fue positiva. Me gustaron sus relatos. Son breves, directos, conmueven. Son realistas, apenas hay metáforas (luego he sabido que huye de ellas), se basan en una descripción que suena a objetiva -aunque este aspecto es discutible- y en diálogos. Por lo general, son personas normales, que podrían ser el vecino de abajo, del que vamos descubriendo miserias, de esas que tenemos todos. La vida les castiga, a veces sin motivo, a veces se veía venir y no supieron o no quisieron evitarlo. Algunos se hacen daño, otros se lo hacen a los demás. Son tristes. Me recordaron a Quim Monzó, quizá porque son amigos, quizá porque apenas he leído relatos de otros autores contemporáneos.
Se me han quedado rondando varios: el de los dueños del restaurante con una estrella michelín que intentan disimular su decadencia, el de la enfermera enamorada del padre del muchacho al que cuida, y especialmente, el del traductor y la periodista televisiva "A ella no le gusta que se sepa", título que barajó para el volumen y que luego descartó.
Merece la pena ver la entrevista que muestra Acantilado en su web:
En ella la descubro vitalista, expresiva, mueve mucho los brazos, sonríe. No es la visión que transmiten estos relatos, quizá por eso estos temas llamaron su atención.
Merece la pena.
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