Los besos no se gastan, Raquel Martos,
Espasa, 2012
Los besos no se gastan puede parecer un
pastelón, pero una maravilla de pastelón oigan. Lágrimas como puños me he
dejado leyendo la historia de amistad de Lucía y Eva.
Dos mujeres
adultas, fracasadas con los hombres, un aeropuerto, un reencuentro casual y una
amistad de la infancia que vuelve para poner todo en su sitio.
A Lucía acaba de
dejarla Jorge. Su aparente éxito profesional (al margen del asqueroso de Rius)
en Recursos Humanos empieza a hacérsele bola. Lleva casi toda su vida siendo
“la niña a la que se le murió la mamá”. El mundo es un sitio difícil desde
entonces, y la ha convertido en una malota de fachada, malhablada, que supura
mala leche pero que está llena de carencias, que se agarra a un clavo ardiendo
y que de vez en cuando añora aquellos días felices y despreocupados junto a “la
rubia”.
Eva nunca ha
llegado a ser la actriz que soñó. Su matrimonio con Raúl hace aguas por todos
lados. Se siente frustrada y sin motivación. Su único aliciente es la pequeña
Lola, un bombón de cinco años que cada día le recuerda que tienen que darse
muchos besos porque los besos no se
gastan nunca.
El impresentable de
Fernando y sus malas costumbres fueron distanciando a ambas hasta cargarse la
relación. Los años y los distintos caminos personales y profesionales
contribuyeron a una separación que se prolongó en el tiempo hasta que la
casualidad las juntó en un aeropuerto.
A partir de ahí la
vida comienza de nuevo para ambas. Los sueños, la complicidad, la infancia en
común, los anhelos de entonces y los desencantos de ahora las convierten en un
dúo inseparable, reviviendo cada momento vivido, sintiendo emoción y miedo a la
vez, cumpliendo con cosas pendientes e imaginando el futuro juntas. Son las
protagonistas de su propia Casa de
Bernarda Alba…
Es un relato
sencillo en fondo y forma, con una estructura a caballo entre dos planos temporales,
con personajes entrañables, con empatía, emoción, lenguaje descarado y mucho
realismo. Los sentimientos traspasan las páginas y te atrapan en una historia
que puede pasarnos a cualquiera… y creo que ése es el éxito del libro,
conseguir hacerte la prota, ser a veces Eva y a veces Lucía, compartir
ilusiones, cabrearte como ellas, o sentir el miedo y la injusticia en tu piel.
Me ha encantado
esta historia de chicas y para chicas (absténganse los hombres, porque no les
gustará ni el relato ni lo que éste dice de ellos).
Sonrisas y lágrimas
Lo mejor: La fiesta
de pijamas de las chicas
Lo peor: el porqué
de esa fiesta de pijamas
Leedlo
Virginia
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