El
Wybrany College es un internado para alumnos de clase alta, futuros
dirigentes del país, y educa también como “becados” o
“especiales” a los hijos de los trabajadores. Parece un refugio
frente a la violencia y el caos exterior, pero al adentrarnos en el
texto, descubriremos que no es así: es un mundo regido por
relaciones de poder y de fuerza, con líderes y humillados, donde
predominan la soledad y la vergüenza. Pero no todo queda ahí: un
profesor recién llegado nos mostrará progresivamente un lado
perturbador, aún más oscuro, que nos permitirá reflexionar sobre
el mal latente, sobre situaciones evidentes de las que nadie habla,
sobre la culpa de los que saben y callan.
Está
dividido en tres partes: en la primera, narrada en 1ª p. o en
3ª p. del singular según quién sea el observado, los
protagonistas son los alumnos. Es la parte más inocua. La segunda,
que tiene lugar tres años después, es el diario del nuevo profesor;
se encuentra con un mundo muy distinto del que esperaba, y nos
permite saber cómo evolucionaron algunos conflictos que percibimos
en la primera parte. El final lo componen unas pocas páginas que
serían el manuscrito de un personaje secundario que describe cómo
son en realidad las cosas en el colegio.
A mí me
ha gustado. Ágil y bien escrito, duro, a veces escalofriante, me
queda la duda de si podría haber funcionado aún mejor con otra
estructura; no acabo de entender por qué la dualidad de partes, ni
por qué el enfrentamiento entre enterior y exterior. Un descubrimiento, para mí, Sara Mesa, a la que estaré atenta a partir de ahora.
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