jueves, 31 de mayo de 2012

La fotografía

Penelope Lively, ed. Contraseña, 2012.

Mientras Glynn (prestigioso profesional de aproximadamente 60 años) busca documentación en sus armarios para un nuevo proyecto, encuentra un sobre con el mensaje: "No abrir: destruir". Es una foto de grupo donde aparecen varios amigos, algunos de espaldas; entre ellos su mujer, Kath, fallecida 15 años antes, que, en una postura que impide que el resto les vea, está cogida de la mano de Nick, su cuñado. Descubre así que hubo algo entre ellos de lo que él nunca había tenido conocimiento; y esta nueva óptica altera su mundo y le lleva a la obsesión por revisar su relación con Kath, por averiguar si hubo más amantes, por intentar entenderla... Glynn se lo cuenta a su cuñada, Elaine, que expulsa a su marido de casa; Nick se refugia en casa de su hija Polly. La foto se convierte en una piedra arrojada a un estanque, que impacta contra una superficie tranquila provocando un efecto inmediato, con olas que cada vez afectan a más gente: familiares, amigos...

El libro es fácil de leer y uno quiere saber que va a pasar con esta pandilla de personajes de los que llega a saber mucho. Me gusta la idea de cómo un objeto (que ni siquiera es nuevo, siempre estuvo ahí esperando ser encontrado) puede cambiar la vida de tantas personas. Ahora bien, hay cosas que no me han gustado: el detenimiento con el que se describen las profesiones, especialmente de Glynn (historiador del paisaje) y Elaine (diseñadora de jardines), porque me han resultado aburridos; este efecto por el que alguien muerto hace tantos años reaparece en tu mente de forma cotidiana y el recuerdo te abstrae completamente de lo que te rodea, recurso empleado para describir las relaciones de Kath con otras personas, pero que me parece muy forzado: se reproducen diálogos que ahora, bajo la nueva óptica, tienen otro significado, pero yo, tan falta de memoria, no creo que pudiera actuar de esta forma; y sobre todo, la figura de Kath, que fascina a todos los que la conocieron por su atractivo físico y su forma de moverse. No me creo estos personajes que tienen que ser fascinantes porque sí, porque si no lo son el libro no funciona; no me creo que sean atractivos y alegres y además modestos y nada presuntuosos; y no me creo que bajo su alegría continua nadie, ni su marido, ni su hermana, detectaran vías de agua.

En resumen: se puede leer, pero difícilmente se recordará. Claro que  la lectora tradicional, de club de lectura, que busca libros para poder comentarlos con otra gente, quizá le saque más jugo que yo.

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