Amélie Nothomb, Anagrama, 2012.
Una mañana Nothomb recibe, entre su ingente correspondencia, una carta de un soldado estadounidense destinado en Bagdag. "Necesito un poco de comprensión y sé que usted me comprenderá". Comienzan a escribirse y así descubrimos que Melvin Mapple se apuntó al ejército para salir de la indigencia, y que los horrores que ve cada día le han llevado a comer compulsivamente. Ha engordado 130 kilos en 6 años. Es su forma de resistir ante la barbarie, de plasmar en su cuerpo el rechazo por lo que ve.
Las cartas se suceden intercaladas por las reflexiones de Nothomb al leerlas. ¿Dónde está el límite entre dos personas que se escriben? ¿Dónde la línea entre la sinceridad y lo que el otro quiere escuchar, dónde la frontera entre la ingenuidad y la ironía? ¿Dónde se firma que ella tenga que contestar las cartas que recibe, arreglar la vida de tantos parásitos emocionales?
Nothomb es, para mí, una de las contemporáneas imprescindibles. Tiene novelas fascinantes (Metafísica de los tubos), divertidas (Estupor y temblores, Ni de Eva ni de Adán) y otras simplemente entretenidas (como ésta). Pero en todas están garantizados la reflexión inteligente y párrafos dignos de subrayarse. Su obra nunca implica una pérdida de tiempo. Ahora bien, creo que en esta no alcanza la profundidad de otras; al margen de la astucia con la que evoluciona al final, cuando da un giro y descubrimos que las cosas no eran como se nos habían contado, y de repente hay por fin un argumento que seguir, que lleva hacia un punto álgido con el que enfrentarse, hay que tomar una decisión, o quizá no... No la voy a recomendar, porque hay mucho que leer (incluso de esta autora) y el nivel de exigencia debe ser alto.
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