La feria del Libro de Valladolid ofreció un aperitivo de excepción: la presentación del último libro de Eduardo Punset, "Viaje al poder de la mente" (Planeta, 2010). Le acompañaba Félix Romeo, que hizo la introducción y mantuvo un interesante diálogo con el protagonista.
Admiro a Félix Romeo. Es un lector voraz, apasionado receptor de un volumen ingente de manifestaciones culturales. Sigo desde hace tiempo sus páginas en ABCD, su defensa de la libertad de expresión y de lectura, su apoyo a las editoriales independientes, su adicción por las revistas literarias de todo el mundo. Compartí su dolor en Amarillo, recordé imágenes de infancia con Dibujos animados. No sabía que vendría, y al verle charlando con los organizadores de la feria cerca de la caseta donde Punset estaba firmando se me encogió un poquito el estómago. Al saber que presentaría el acto, decidí quedarme para escucharle.
Y fue un gran acierto. Por un lado, porque Romeo es un presentador estupendo. Le mantuvo muy bien el pulso, se mostró atento y cercano tanto al autor como al público, se desdibujó lo suficiente como para que Punset brillara y estuvo ahí para los apuntes que le necesitaron. Rió, le miró con admiración, encontró la palabra justa.
Y por otro lado, porque escuché a Punset, hombre carismático y sabio que transmite sus conocimientos con generosidad y entusiasmo (¡Fantástico! y ¡Es impresionante! son dos expresiones que repite continuamente) y que convierte en accesibles temas por los que muchos tenemos el miedo atávico del analfabeto absoluto. Me sorprendieron mucho su constante sentido del humor, su hablar pausado, su cercanía. Es difícil sentirse triste cuando descubres a qué velocidad se mueve la Tierra, la maravilla que ha supuesto la evolución, el privilegio que es mirar las estrellas...
Me quedo con algunas ideas básicas: que el hombre del futuro podría ser fotosintético, porque es la forma más excelsa de conseguir energía en un mundo marcado por la predación; que, por muy importante que sea la razón, la intuición es lo que nos ha ayudado a sobrevivir como especie, y que no deberíamos olvidarla a la hora de tomar decisiones; y que los retos a los que hacer frente son dos: gestionar la diversidad de un mundo globalizado para que la diferencia no implique automáticamente violencia, y gestionar lo común a todos: las emociones. Pone como reto inmediato aprender a trabajar la inteligencia emocional para convertirnos en personas más altruistas, que sepan cómo manejar su rabia, su frustración, su odio.
Fue una tarde fantástica.
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