Llevaba mucho tiempo queriendo acercarme a esta novela; más que nada por pura curiosidad al ver cómo desaparecía continuamente de las estanterías de nuestra librería; pero lo cierto es que no se trata de un libro “para todos los públicos” ni mucho menos.
La novela se construye a través de las reflexiones de las dos protagonistas: Paloma y Rennè (“Sra. Michel” para el resto de los personajes). Ambas viven en un inmueble burgués de la calle Grenelle en París. Paloma es una niña de doce años, superdotada y que trata, por todos los medios, de ocultar su altísimo coeficiente intelectual. Reneè es la portera del edificio pero no una portera al uso: aficionada a la literatura rusa, fan de Tolstoi y que, como Paloma, trata de encubrir su vasta cultura.
Es precisamente esa necesidad de ocultar su verdadero ser en ambos casos, lo que da origen a la novela. Paloma, que quiere suicidarse y prender fuego a su casa, escribe su particular “Diario del movimiento del mundo” que aspira a ser una obra de envergadura que dejará como legado tras su muerte. En él se concentran una serie de lo que Paloma llama “Ideas profundas”: son reflexiones que podría hacer un adulto (con todos sus conocimientos adquiridos tras años de estudio y de contemplación de la vida) si fuera introducido en el cuerpo de un niño. Para escribirlas, tiene que ponerse a sí misma en un estrato muy especial y estar “súper concentrada”.
En el caso de la Sra. Michel, intercala su narración de los acontecimientos diarios (a cerca de su relación con los vecinos del inmueble, con su gato, con su fiel amiga Manuela) con reflexiones bastantes profundas a cerca de cosas que pueden parecer bastante banales pero que no lo son: unas simples puertas correderas pueden permitir la metamorfosis del espacio, por ejemplo. Me recuerda, salvando las diferencias, a algunos relatos de Borges en los que no sabes hasta qué punto es real lo que nos está contando, si realmente existen esos libros y esos autores de los que nos habla, o se está quedando con nosotros. Es lo que ocurre con Rennè, que divaga a cerca de la filosofía y los filósofos con una facilidad asombrosa, dando todo por sentado.
La mitad de la novela es ardua, plagada de estas profundas reflexiones y puede hacer que no nos sintamos motivados a seguir con su lectura, pero todo cambia con la llegada de un nuevo personaje: Kakuro Ozu o “la síntesis de la belleza masculina y la dulzura oriental” como le describe la propia Reneè. Con su llegada, la novela adquiere mayor velocidad narrativa y los acontecimientos empiezan a ser más interesantes.
Desde luego es una novela muy bien construida, en la que las historias de las dos protagonistas se entrecruzan de forma magistral y en la que no faltan antítesis, paradojas y multitud de ironías. Queda recomendada pero sólo para grandes lectores con altas dosis de sensibilidad.
Noelia
domingo, 24 de enero de 2010
LA ELEGANCIA DEL ERIZO
Muriel Barbery, Seix Barral, 2007
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