David Monteagudo, Acantilado, 2009.
Este libro ha sido una de las revelaciones de las pasadas Navidades. Autor inédito presentado por una de las editoriales de mayor calidad del país, respaldado por varias reseñas favorables. Había que hojearlo, y el que lo empieza no puede parar de leer.
El argumento, inicialmente, no parece muy original: un grupo de amigos que se reúnen después de 25 años, tal y como prometieron en el pasado, en un refugio de montaña donde tantos años antes pasaron una noche memorable. Pero las cosas han cambiado, llevan mucho tiempo sin verse, y apenas comparten algo más que los recuerdos. Encuentran el cielo estrellado, pero también un apagón, una agria discusión y muchas sorpresas: no funcionan los coches, ni los teléfonos, ni nada parece tener explicación...
Novela difícil de describir sin desvelar sus muchos giros argumentales, no encaja fácilmente en ninguna etiqueta genérica. Baste decir que hay sorpresas, intriga, tensión, y que el lector queda atrapado y necesita seguir leyendo.
Junto al protagonismo coral de la pandilla, otros elementos tienen gran peso en la construcción del relato: la naturaleza que les rodea, ambigua, a veces ligeramente amenazadora, otras abiertamente hostil; la luz y la oscuridad, sin que sea fácil decidir cuál supone el riesgo y cuál el descanso; y especialmente, el silencio: el silencio en el grupo tras los reproches, el silencio atento para intentar identificar lo que les rodea, el silencio que sigue a la sorpresa y a la desolación.
Estructurada básicamente en la alternancia de diálogos y sobrias descripciones, su ritmo es irregular. Las conversaciones no siempren consiguen la fluidez buscada y en ocasiones resultan tópicas. A veces el interés de la novela decae, pero entonces alguna aparición fugaz le devuelve el latido.
Los personajes están esbozados, se adaptan bien a los estereotipos que todos manejamos (el líder, el gracioso, el listillo....) y son de interés desigual, pero la atracción de algunos de ellos (en mi opinión, de Ginés y María) es innegable. Ellos ya no se conocen entre sí de la misma forma que nosotros no les conocemos a ellos, y la experiencia que viven les obliga a irse desnudando, afrontando verdades que hubieran preferido poder ocultar.
Lo mejor: el buitre y los galgos.
Lo peor: algunos diálogos muy artificiales.
Interesante, merece la pena.
Iris.
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