Ida Hegazi Hoyer, Nórdica, 2017.
“Perdón” empieza donde termina.
En medio, una reflexión sobre cómo se llegó a ese final. Hay un yo (el de ella,
una chica joven, asistente de guardería, muy enamorada) y un tú (para él, el
novio, algo mayor, seguro, que maneja tan bien las palabras). Ella relata su
relación, la construye, la recuerda: y hay en sus palabras belleza, y
significados evidentes para nosotros que ella dice que no supo ver, y muchos
símbolos. Hay secretos, y una relación basada en una confianza que se da por
hecho, pero que se cuartea. Hay algo que oprime y nos hace pertenecer y
es lo que somos, hay desasosiego y una herida que
supura, memoria, estrategia, brutalidad.
La carne hace su trabajo.
“Ahora teníamos una dimensión
suplementaria, ya no teníamos sólo un acuerdo de futuro, una idea, una huida o
un lugar donde estar. Y habría sido humillante llamarlo enamoramiento. Era
mucho más que eso. Éramos una solución, un código de impulsos completamente
predecibles. Es verdad, fuiste mi mejor época” (página 69).
“Aquel mes de diciembre aprendí
algo nuevo. Aprendí a mentir y me aterró darme cuenta de lo sencillo que
resulta. Entendí cómo surgen las historias sobre algo, cómo se crean, cómo se
recrean y cómo continúan. Entendí cómo nos contábamos a nosotros y nos
convertíamos en historia. Lo increíbles que éramos y lo increíbles que podíamos
haber sido. Aprendí a insistir en mi propia verdad. Exactamente como tú”
(página 138).
Dura, y triste, me ha gustado
mucho. Os la recomiendo.
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