martes, 2 de mayo de 2017

El color del silencio

Elia Barceló, Roca Editorial, 2017.

Helena es una prestigiosa pintora de 70 años que vive en Australia y tras décadas de exilio regresa de vacaciones a España con motivo de la boda de su nieta. Desde joven arrastra complejos sentimientos que surgieron a raíz del asesinato de su hermana mayor cuando ésta tenía 27 años y Helena tan sólo 22. De carácter independiente, la necesidad de libertad y de apurar la vida hicieron que abandonara a su marido y a su hijo hace décadas, y el retorno la enfrenta con una familia a la que apenas ha tratado. Al regresar a Madrid una prima le entregará dos cajas que su madre, fallecida hace años, había dejado preparadas para ella. Abrirlas será un viaje hacia el pasado que tanto se ha esforzado en olvidar, y tendrá que enfrentarse a muchos interrogantes, como quiénes fueron sus padres, cómo eran sus vínculos familiares, y qué le sucedió a su hermana, cuyo crimen quedó sin resolver.
Dos son para mí los hallazgos de la novela: la protagonista, una mujer mayor de tremenda vitalidad, fuerte, independiente, de esos roles que uno rara vez encuentra en la literatura; y sus reflexiones sobre pintura cuando Helena da consejos a un joven artista que busca su aprobación, que nos presentan las diferencias del arte respecto a la literatura, y que nos ayudan a entender qué es relevante en un cuadro, qué se quiere transmitir, ya que no admite ni metáforas ni generalizaciones.
La novela está narrada en varios tiempos, alterna la etapa actual con distintos momentos del pasado, en parte evocados por los objetos de las cajas, en parte porque el narrador omnisciente nos va dando pinceladas de la vida de sus padres, en lo que son para mí los dos esquemas más forzados de la novela: por un lado, la múltiple información a la que tiene acceso el lector que Helena desconoce (cómo fue la juventud de sus padres, cómo se desarrolló su matrimonio…) y por otro, la lentitud con la que se desgrana el contenido de las cajas, algo difícil de entender porque no son tan grandes, contienen fotos y carpetas cuya lectura en profundidad puede llevar algo más de tiempo pero que en una primera ojeada deberían descubrir sus secretos.
Novela ágil, de ambientación bien construida en el tiempo – notable relevancia en el argumento del germen y desarrollo de la guerra civil, y del papel del padre como hombre de Franco en Marruecos -  y en el espacio – bellas descripciones de Madrid y sobre todo de la finca familiar, La Mora, en Rabat – engancha y resulta entretenida. Me parece un acierto el principio, y aunque a veces roza el folletín, la trama es tan interesante que se gana ese margen.

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