domingo, 23 de diciembre de 2012

Salvar a Max


Salvar a Max, Antoinette Van Heugten, Harlequin Iberica, 2012
En este tiempo de familia, felicidad, amor y no sé cuántas cosas más el tiempo que queda para leer es muy poco cuando formas parte de los que están al otro lado del mostrador del consumismo, pero bueno, con paciencia conseguimos acabar algún libro. Éste es uno de los que cerrarán mi lista del 2012.
Salvar a Max es el único empeño de Danielle, desesperada por demostrar la inocencia de su hijo en una escena criminal. Y dicho así su postura parece la más razonable. Pero si Max es un adolescente de 16 años diagnosticado como Asperger y que en los últimos tiempos ha sido hospitalizado en una de las mejores clínicas psiquiátricas del país por recientes tendencias suicidas, problemas de conducta y agresividad con los demás, la cosa se complica.
¿Qué pasa cuando Max aparece lleno de sangre al lado del cadáver de su compañero de ingreso y con el arma homicida de la mano? El aislamiento en la clínica, los cambios experimentales (ajustes los llaman ellos) de medicación y la facilidad para la obsesión hacen de él el único sospechoso. Sin embargo Danielle no acaba de creer que su hijo pueda haber hecho algo así, ni está de acuerdo con las nuevas conclusiones de los doctores, y lucha hasta el final (contradiciendo incluso su propia ética profesional como abogada) por demostrar que Max es simplemente un niño autista, no un asesino.
Meterse en la piel de una familia con una enfermedad psiquiátrica te hace ver la vida desde otro prisma. Sus dificultades, su particular manera de enfrentarse al mundo y el amor (exagerado a veces) que se profesan, llegando a negar las circunstancias, son tan diferentes a los nuestros que a veces se nos olvida que existen otras realidades.
Nos encontramos con una trama bien construida, lenta a ratos y obvia a veces, pero con el enganche suficiente como para seguir leyendo y sentir la inquietud, los nervios y la ansiedad de los protagonistas por salvar a Max de la injusticia, o no.
Un libro sencillo pero con la “chicha” necesaria para descansar cuerpo y mente de los tickets de regalo, el papel para envolver y los nombres para diferenciar los paquetes…
Un ni sí ni no ni todo lo contrario. Ni estorba ni es imprescindible.
Virginia

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