Baudoin y Troubs, Astiberri, 2011.
Me ha costado terminar este cómic. Me ha resultado desagradable. Sus dibujos son duros, el hilo argumental está apenas hilvanado. Pero una vez acabado, me pregunto si esta historia podía contarse de otra forma: porque cómo hablar de un lugar marcado hasta tal punto por la muerte, la desesperanza, la violencia, la pobreza y la explotación si no es con palabras secas, con frases cortas, con monosílabos, con dibujos sin color.
Baudoin y Troubs son dos dibujantes franceses que viajaron a Ciudad Juárez atraídos por su fama de punto fronterizo, de tierra de nadie. Durante meses, se dedicaron a recopilar los sueños de aquellos con los que se cruzaban, cambiándolos por retratos. Incorporan al texto lo que van leyendo en los periódicos, los saldos de muerte, las referencias a las maquilas, los niños huérfanos. La frustración y la falta de expectativas. Los narcos y los militares. Las ganas de dar el salto y cruzar a Estados Unidos.
Aparecen también muchas sonrisas. Las de aquellos que posan, los que cuentan sus sueños, los que piensan que el futuro traerá algo mejor. La cara positiva de un presente gris es la esperanza de un futuro luminoso. Pero pocos parecen creer que vayan a conseguirlo.
La sensación que me deja me recuerda, en parte ( y en mucha menor medida), al desgaste físico que me supuso leer 2666 de Bolaño, obra imprescindible hablando de la zona, nombrada al principio del libro, referencia que sobrevuela constante. Uno de esos libros que no creo que pueda recomendarse, y que cada uno debe decidir si quiere mirar en el pozo que supone. Y ahí dejo la reflexión: ¿sirve de algo que sepamos de esta situación si no podemos cambiarla? ¿o saberlo es el principio del cambio? ¿es nuestra obligación ser al menos testigos? ¿o podemos apartar la mirada? Yo no consigo definirme por una respuesta.
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