Rafael Reig, Tusquets, 2012.
Carlos va a buscar a su hijo Jorge a casa de su exmujer Carmen para una acampada. Sin que ella lo perciba, le deja el manuscrito de la novela que acaba de escribir: "Sobre la mujer muerta". A partir de ahí, tres días y tres palos para el taburete: Carlos y Jorge en la montaña, Carmen leyendo e interpretando la novela, y la novela misma. Vamos viendo paralelismos: porque en el manuscrito aparece Toni Riquelme, un pobre tipo con ínfulas de grandeza, que lee a Shakespeare para llegar más lejos; y una niña pija, Beatriz Riquelme, tan guapa y tan distante... Nos recuerdan a Carmen y a Carlos, a cómo se conocieron, Carmen cree que se trata de ellos, porque ¿dónde busca un escritor su inspiración sino en su propia vida? Carmen siente ansiedad, una vaga sensación de amenaza, ¿será ella la mujer muerta? ¿qué le intenta decir Carlos con ese título y esa dedicatoria?
Para mí, esta novela va de interpretaciones. De cómo interpretamos el lenguaje y el comportamiento de los demás, de cómo nos contamos la historia a nosotros mismos. De cómo a veces acertamos y a veces no, y de las consecuencias que arrastran cada acierto y cada error de interpretación. Hay una parte explícita de interpretación textual, de cómo Carmen, editora, acostumbrada a identificar rápidamente los andamios de un relato, lee esta novela. Hay una parte metaliteraria en que personajes de la novela de Carlos parecen cruzarse con Carmen por la calle. Hay una parte borgiana en que nosotros, lectores, leemos a Carmen, lectora, leyendo una novela sobre sí misma. Y hay una parte de tragedia griega donde la incomprensión y el esfuerzo de los personajes no sólo no evitan la tragedia sino que la precipitan, como si los dioses (y qué es el escritor, sino un demiurgo, un creador que decide quién sigue y quién cae, quién disfruta la dicha y a quién le quita la vida) jugasen con nosotros.
Me gusta cómo escribe Rafael Reig. Porque tiene un lenguaje claro, en el que consigue (creo yo) decir lo que quiere, en el que afloran por igual la belleza y las manchas de la realidad. Porque cuando escribe reconozco mi entorno, porque son familiares los ruidos de fondo: el olor de la carnicería, el sonido del bar, el amanecer con la calle llena de basura. Porque somos tristes y somos mezquinos y hace mucho ya que vimos nuestro lado oscuro y tratamos de avanzar evitando nuestros fantasmas, aunque todos sepamos cuáles son y dónde están.
A mí me ha gustado mucho. Y aunque ya sabíamos -todos- que me iba a gustar antes de leerla, es un alivio constatar que así ha sido.
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