martes, 14 de septiembre de 2010
El talento de los demás
Alberto Olmos, Lengua de Trapo, 2007
Me ha caído simpático Alberto Olmos: escritor jovencito y de la tierra castellana (Segovia) y sin duda creo que ha sido, de nuevo Iris, un gran descubrimiento.
Estamos ante una novela ¿o quizás tres? (No, no, tres no porque leídas independientemente no tendrían sentido) que se divide en tres partes que aunque al principio no parecen tener relación aparente, el personaje de Mario Sut las une y las da sentido.
En la primera asistimos al descubrimiento de un adolescente que se convierte en violinista prodigio (Mario) pero que igual que adquiere su don de forma misteriosa, lo pierde de la noche a la mañana. Es sin duda la mejor de las tres.
La segunda parte, nos presenta a multitud de personajes unidos por su “amistad” y desde luego no tiene desperdicio: Carlos: licenciado en Hispánicas (ejem…) que intenta ser cantautor y dirigir un cortometraje, Antonio (más conocido como “el Sugus”) que se ha quedado anclado en su faceta cómica de actor de sketches en la tele local, Lucía: una aspirante a actriz muy en la línea del cine español (creo que ya me entendéis), Alberto: que intenta escribir una novela las veinticuatro horas del día … y en medio de todos ellos vuelve a aparecer Mario, sin su talento y con muchas ganas de llamar por teléfono.
La tercera parte es un auténtico logro poder leerla porque es asfixiante: un monólogo sin puntos ni comas en el que Mario se presenta a un campeonato de resistencia al sueño.
Es la segunda novela de Alberto Olmos para Lengua de Trapo pero la primera en la que asegura que se ha alejado de su autobiografía y la primera también en la que no escribe sobre una historia o un personaje, sino sobre un tema que le llama la atención: el talento, que igual que viene se va y que “Todos tenemos talento pero sólo unos pocos consiguen saber en qué”. Pues la verdad es que te hace reflexionar porque ¿cómo podemos saber en qué tenemos talento si de las millones de cosas que podemos hacer, no llegamos a realizar ni una milésima parte? Ahí queda la esperanza de seguir probando para encontrar nuestro propio talento, que sin duda, lo tenemos todos.
Noelia
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