viernes, 25 de abril de 2014

La cuarta señal

José Carlos Somoza, Minotauro, 2014.

Imaginen un mundo con una versión virtual en la que cada individuo se conecta diez o doce horas al día. Un mundo virtual donde cada persona escoge cuántos alias quiere tener, cómo son físicamente, que permite trabajar (y ganar dinero real), que permite disfrutar de todos los placeres porque la conexión implica una diadema con la que conectarse cerebralmente, y al hacerlo, que percibamos sensaciones, olores, gustos. Frío. Éxtasis. Dolor. En la propuesta de Somoza, ese mundo virtual se llama Órgano y ha conllevado la salida de la crisis económica, a la vez que ha construido otro modelo de sociedad, donde cada individuo puede obtener lo que desea, convertirse en lo que quiera, sin ataduras morales ni consecuencias; pero donde nadie tiene que ser lo que parece, donde todo puede ser una mentira.
María, madre soltera de una niña de once años, se niega a entrar en Órgano, pero después de dos años en paro no puede resistirse a utilizarlo como opción para encontrar empleo. Al hacerlo, conocerá a personajes atractivos e interesantes, e incluso empieza a enamorarse de alguien. Pero a la vez, sin ser consciente, se adentra en un juego de grandes dimensiones, donde la música de Bach, la matemática y el poder se unen en una conspiración para controlar Órgano, y con él, la sociedad en su conjunto.
Novela de aventuras en su variante futurista, tiene un gran principio, pero se va desinflando de manera progresiva. Mantiene la atención pero según avanza uno empieza a cansarse, y se estira tanto el final que es fácil desfallecer. Sin embargo, la propuesta de Órgano y todas sus posibilidades son muy interesantes, y conllevan un espejo en el que mirar aquello en lo que nos estamos convirtiendo. Entretenido, pero flojo al final.


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