domingo, 23 de marzo de 2014

Consummatum est

Consummatum est, César Pérez Gellida, Suma de Letras, 2014
“Todo se acabó”
Versos, canciones y trocitos de carne se despide por todo lo alto con este título elocuente y significativo.
Después de un Memento Mori frenético y sangriento pero algo descuidado, y de un Dies Irae mucho más pulido formalmente, empapado de Historia, núcleo central y decisivo del desarrollo de la acción, Consummatum est es el resultado de unir ambos precedentes y tener la maestría de cerrar la historia hasta dejarla redondita y sin fugas. Todo un logro de agilidad, mucha chicha, mimo estilístico, lenguaje más que escogido, giros argumentales, sorpresas… ah, y poesía y mucha música, por supuesto. Desenlace en mayúsculas.
Augusto sigue empeñado en acabar su Obra y difundirla al mundo, esa cruzada particular con la que va regando de cadáveres cada ciudad que pisa (y el chico nos ha salido viajero). Y Ramiro, más al límite que nunca y cegado por la ira, vive para alcanzarlo y vengar cada una de las muertes de las que tanto se vanagloria. Es un duelo de fuerza e inteligencia, una guerra emocional y a cara de perro que ambos han perdido de antemano, y lo saben. (Destaco aquí sin que me acusen de spoiler un encuentro que bien recuerda al mítico careo de Brody y Carrie en Homeland, y eso… mola mucho mucho)
Augusto destila crueldad e inteligencia, y como todo asesino en serie que se precie consigue que le odies. Pero si se trata de abrirnos paso en las mentes criminales Gabriel no deja de ser un pobre diablo, una víctima de sí mismo que sólo encuentra su razón de ser en devolverle al mundo lo que éste le ha dado, sufrimiento y desamparo. Nos desprecia tanto como nosotros a él, pero nos necesita para ser alguien y pasar a la historia.
Sancho, #miSancho si se me permite, es EL personaje. Es inocente, bondadoso, enamoradizo… de los que te sacan una sonrisa amplia y con los que empatizas humanamente desde el minuto cero. Evoluciona peligrosamente hasta la obsesión y pasa de ser el típico pagafantas con pistola a convertirse en todo un poli duro y curtido al que los golpes agudizan el ingenio y la puntería.
Gracia, tan dura y tan rendidita a los encantos del pelirrojo; Erika, experta en cerebros corrompidos y alentada por el recuerdo de Carapocha; y Ólafur, el mayor enemigo de sí mismo pero con la experiencia suficiente para ayudar a resolver los crímenes complementan, sin duda, la narración con encuentros intensos, compenetración, trabajo en equipo y un mismo fin: el malo malísimo.
Si algo me molesta especialmente es llegar al final de un libro y encontrarme con un desenlace incoherente y descolgado. Esta historia acaba como tiene que acabar, donde y como empezó. O eso parece, porque “normalmente, lo que parece es simplemente eso: lo que parece que es”.
César Pérez Gellida se ha convertido por derecho (y por revés) en uno de los grandes del género, evolucionando en cada nueva entrega, afinando su estilo, ambicioso en las formas y enlazando el argumento con tanta precisión que consigue que leas 600 páginas de una sentada y sudes tinta china detrás del malo. Quizá no volvamos a encontrarnos con estos personajes a los que ya habíamos cogido cariño, pero estoy segura que volveremos a ver a César con nuevos proyectos exitosos y bien hechos.
Gracias por dejarnos disfrutar tanto. Somos muy “fanes” tuyos por aquí (y con lo de Lorenzo Silva nos has ganado para siempre)
No os recomiendo que la leáis, casi os obligo, nosotros ya lo hemos hecho y sabemos de lo que hablamos

Virginia


1 comentario:

  1. Aunque tú y yo ya lo hemos comentado, opino que acaba como tiene que terminar, de otra manera yo me hubiese sentido defraudada. Es el gran final.
    Por cierto ya les gustaría a muchos terminar una trilogía, o una serie, o lo que sea de manera tan magistral. Es cierto que muchas veces el plano descriptivo se pierde, pero también es verdad que con el ritmo que tiene la trilogía no estamos para perder el tiempo con lo bonito que es paisaje.

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