Marcos Giralt Torrente, Anagrama, 2010. Premio Nacional de Narrativa.
Atención, señores, que este es un libro de peso. Como muestra, un botón; ahí tienen la primera frase:
"El mismo año en que mi padre enfermó publiqué una novela en la que lo mataba".
Me ha gustado mucho este libro. Tras la muerte de su padre, el autor analiza la relación que tuvieron: cuando él era pequeño y su padre se marchó de casa; sus ausencias durante la adolescencia. Lo que aprendió de él y lo que echó en falta, en una relación padre-hijo compleja, marcada por la incomunicación, la competitividad, la necesidad de afecto. El acercamiento en la edad adulta, la noticia de la enfermedad que lo llevará a su muerte. Un intento de comprenderle, de justificarle a veces, de justificarse a sí mismo otras. Un homenaje.
Me ha resultado muy fácil empatizar con el tono del libro. Casi siempre me es fácil cuando se habla de una pérdida (y por eso mismo intento medir mucho a cuántos libros sobre ausencias me acerco), pero tiene mérito que me permita comprender tan bien una relación marcadamente masculina. Está, además, muy bien escrito: medido, explícito, sin palabras que sobren. Y ante todo, me parece un texto tremendamente honesto, con una carga íntima muy profunda, el autor abre su vida, se sienta con nosotros, descorcha un vino y habla durante horas y horas como si fuéramos un amigo muy querido que desde siempre forma parte de su círculo. Por esa cercanía, por esa intimidad y por este texto tan bien escrito, yo le doy las gracias.
"Me he hecho más frágil, me he hecho más triste, me he hecho más temeroso, me he hecho más escéptico, me he hecho más viejo. Este es el único camino que he recorrido hasta aquí".
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