viernes, 17 de marzo de 2017

Una librería en Berlín

Una librería en Berlín, Françoise Frenkel, Seix Barral, 2017
Descubierto en los años 40 por un escritor, este libro acaba de aparecer en España no sin controversia por la traducción del título, que poco tiene que ver con el original.
Françoise Frenkel fue una apasionada de los libros durante toda su vida, pese a las dificultades diarias que hubo de enfrentar en esa Europa convulsa de la II Guerra Mundial (podríamos justificar así la elección del título).
Polaca de nacimiento, instruida en París, optimista y valiente, Frenkel decide, no sin trabas, abrir una librería en Berlín (capital cultural de referencia en aquel momento) con un resultado óptimo pero fugaz.
Y ahí termina todo lo que este libro nos ofrece sobre libros. Porque a partir de aquí, y aunque nuestra protagonista aparezca leyendo muchas veces, la novela se convierte en las memorias de su propia supervivencia, hasta perder su pista en Suiza. Todo muy al estilo Suite Francesa.
Después de muchos debates he llegado a la conclusión de que cuando un libro no te gusta caben dos posibilidades: que no tenga la calidad mínima exigida o que el problema esté en el receptor, que llevado por ideas preconcebidas o “engaños” estéticos/publicitarios, espere algo de él que no se corresponde con la realidad.
Pensé encontrarme aquello que ofrecen sus primeras páginas: amor por los libros; pasión por una bellísima profesión; verdades y mentiras en la relación lector-libro-librero... Pero con el cierre de la librería y la huida de Berlín, todo esto se esfuma.
Bonito reconocerse al principio, dura después la experiencia personal, y extenuante la partida. Pero me deja vacía.
Leedlo y opinamos
Virginia


martes, 14 de marzo de 2017

La inutilidad

Eduardo Lalo, Ediciones Corregidor, 2014.

Abre con esta cita de Imre Kertész: “La inutilidad de la lucidez” y esta frase será clave para entender tanto el título como el desarrollo del texto.

El narrador y protagonista es un portorriqueño que vive en París junto con su novia Marie, con la que tiene una relación tormentosa y desde las primeras páginas sabremos de su ruptura. Extremadamente solo en un país del que apenas conoce el idioma, y marcado por la penuria económica, se dedica a pasear por la ciudad como forma de reflexionar y dejar pasar los días. Con el tiempo llegan las lecturas apasionantes, tabla de salvación, y nuevas amistades; los mentores, aquellos que le apoyan en su carrera universitaria y le animan a escribir. Pero en París no acaba de encontrarse y tras una profunda decepción decide regresar a San Juan.
Si la primera parte puede analizarse como de formación, con relaciones que marcarán su rumbo, en la segunda, en la isla natal, los papeles se invierten: él es el adulto, el asentado, pinta, escribe y da clases en la universidad, y conocerá, por un lado, a Alejandro, alumno brillante y torturado, y a Esteves, intelectual acabado, en pleno declive. Ambos encarnan la limitación de la isla, que es también la de nuestro narrador: “una sociedad en la que la ignorancia y la pequeñez lo liquidaban todo”. “Aquí estaba el escritor cuya vida era la prueba de la inutilidad. Quedaban sus contadas publicaciones inencontrables, el talento considerable y frágil echado a perder en bares y noches insomnes, la soledad larga, el rencor inútil, la indiferencia fingida”.
La obra gira en torno a la necesidad de interlocución y a la frustración de no encontrarla, a la necesidad de crear enfrentada a la ausencia de auditorio. “No sé de qué estás hablando” “No importa. Es normal que no se entienda, este es precisamente el problema, el destino, la realidad”.

Me gusta cómo escribe Lalo. Evoluciona y en Simone tiene una prosa más limpia, más certera, pero ya aquí encontramos los cimientos. Os la recomiendo.

domingo, 5 de marzo de 2017

El barbero y el Superhombre

Colectivo Juan de Madre, Aristas Martínez, 2016.
Lleva como subtítulo “una novela de aventuras filosóficas” y es una buena advertencia, porque esta obra, artefacto construido sobre las bases del humor y la subversión, es una mezcla de muchos elementos: hay, evidentemente, una base de cómic (y de ahí nuestro protagonista) y hay una parte muy importante de filosofía (tiene como punto de origen un debate histórico entre Foucault y Chomsky), y hay muchos personajes y momentos que han marcado la segunda mitad del siglo XX y algunos otros que quizá desconozcamos, en función de nuestro dominio de las culturas alternativas.
Pero partamos desde el principio: si hay alguien que siempre ha conocido la identidad de Superhombre es su barbero, porque tuvo que confiarle tijeras y navaja especiales, fundidos con criptonita, para que pudieran cortar su cabello. Se conocieron desde muy jóvenes y el barbero siempre asistió a las dificultades que entrañaba para Clark convivir con el Superhombre, ser invisible, ser siempre el otro.
Superhombre se vio empujado a utilizar sus capacidades especiales para ayudar a la gente. Pronto vio que podía ser manipulado por el poder y supo que debía erigirse en vigilante supremo que velara contra los abusos. Y pronto también surgió el que sería su antagonista: Michel Foucault (sí, señores, reconozcan que es el doble clavado de Lex Luthor), joven médico de enorme inteligencia, que a través de una red de escuelas de libérrimo perfil, alienta la creación de los “niños salvajes”, un grupo de infantes terroristas que amenazan con destruir la nación. Éste será sólo uno de los muchos retos a los que el Superhombre tendrá que enfrentarse a lo largo del tiempo.
Es una obra sorprendente, con múltiples niveles de lectura, que van de la mera anécdota a la investigación de todas las piezas que componen los collages de los que se nutre. Es rápida, transgresora, contiene mucha información sin ser densa y es claramente adictiva. Propone lecturas alternativas de nuestra historia reciente y está sembrada de nombres que iréis reconociendo.

A mí me ha encantado y me ha despertado una profunda admiración.