Eli es un niño judío a mediados de los 80. Admira a su tío
Poxl, que combatió como piloto contra los nazis. Cuando éste publica un libro
contando su vida, Eli se llena de orgullo; pero tendrá que aprender a convivir
con la decepción de ver que su tío no encuentra tiempo para dedicarle.
Poxl es muy joven cuando sale de Checoslovaquia tras una
fuerte impresión. En Rotterdam conocerá el amor y un gran desengaño que le
empuja a marcharse a Londres. Allí tomará la decisión de posicionarse en el
conflicto y unirse a las fuerzas aéreas para combatir las fuerzas nazis, y
participará en el bombardeo de Hamburgo.
Pero, ¿fue así cómo pasó? ¿Importa acaso? ¿Dónde termina la
decepción y dónde empieza la culpa? Una historia de culpa
y redención, de aprender a vivir con fantasmas, de aceptar decepciones y saber
perdonar.
Me gusta el rol de judío combativo, que no
acepta el papel de víctima, que toma riendas en su destino. Me gusta mucho el
personaje de Poxl, contradictorio, al que accedemos desde el conocimiento
previo de la visión de Eli: su juventud, su peregrinaje como huida hacia
delante, la manera de encontrar su lugar allí donde siempre es el de fuera.
Tiene una galería de personajes secundarios muy interesantes que mejoran la
novela, dotándola de mayor profundidad: algunos evidentes (Françoise, Ninny, la
prima) pero otros de apariciones más breves cuya aportación enriquece el
texto: la madre de Niny (muy interesante
toda la carga que abre gracias a las alusiones a Shakespeare), la hija de
Françoise, el rabino Ben... Me gusta el poso cultural que da solidez al
entramado. Pero lo que más me ha gustado es la etapa de Londres, la rutina de
una ciudad en guerra. Supongo que es un tema que ya se habrá contado, pero yo
no lo había leído, y me ha resultado muy fácil empatizar con la tensión, el
cansancio y el miedo como compañeros diarios. Me parece que tiene detrás un
proceso de documentación magnífico.
Buena lectura para verano, os la recomiendo.
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