Consummatum est, César Pérez Gellida, Suma de Letras, 2014
“Todo se acabó”
Versos, canciones y trocitos de carne se despide por todo lo alto
con este título elocuente y significativo.
Después de un Memento Mori frenético y sangriento pero
algo descuidado, y de un Dies Irae
mucho más pulido formalmente, empapado de Historia, núcleo central y decisivo
del desarrollo de la acción, Consummatum
est es el resultado de unir ambos precedentes y tener la maestría de cerrar
la historia hasta dejarla redondita y sin fugas. Todo un logro de agilidad,
mucha chicha, mimo estilístico, lenguaje más que escogido, giros argumentales,
sorpresas… ah, y poesía y mucha música, por supuesto. Desenlace en mayúsculas.
Augusto sigue empeñado en acabar
su Obra y difundirla al mundo, esa cruzada particular con la que va regando de
cadáveres cada ciudad que pisa (y el chico nos ha salido viajero). Y Ramiro,
más al límite que nunca y cegado por la ira, vive para alcanzarlo y vengar cada
una de las muertes de las que tanto se vanagloria. Es un duelo de fuerza e
inteligencia, una guerra emocional y a cara de perro que ambos han perdido de
antemano, y lo saben. (Destaco aquí sin que me acusen de spoiler un encuentro
que bien recuerda al mítico careo de Brody y Carrie en Homeland, y eso… mola
mucho mucho)
Augusto destila crueldad e
inteligencia, y como todo asesino en serie que se precie consigue que le odies.
Pero si se trata de abrirnos paso en las mentes criminales Gabriel no deja de
ser un pobre diablo, una víctima de sí mismo que sólo encuentra su razón de ser
en devolverle al mundo lo que éste le ha dado, sufrimiento y desamparo. Nos
desprecia tanto como nosotros a él, pero nos necesita para ser alguien y pasar
a la historia.
Sancho, #miSancho si se me
permite, es EL personaje. Es inocente, bondadoso, enamoradizo… de los que te
sacan una sonrisa amplia y con los que empatizas humanamente desde el minuto
cero. Evoluciona peligrosamente hasta la obsesión y pasa de ser el típico
pagafantas con pistola a convertirse en todo un poli duro y curtido al que los
golpes agudizan el ingenio y la puntería.
Gracia, tan dura y tan rendidita
a los encantos del pelirrojo; Erika, experta en cerebros corrompidos y alentada
por el recuerdo de Carapocha; y Ólafur, el mayor enemigo de sí mismo pero con
la experiencia suficiente para ayudar a resolver los crímenes complementan, sin
duda, la narración con encuentros intensos, compenetración, trabajo en equipo y
un mismo fin: el malo malísimo.
Si algo me molesta especialmente
es llegar al final de un libro y encontrarme con un desenlace incoherente y
descolgado. Esta historia acaba como tiene que acabar, donde y como empezó. O
eso parece, porque “normalmente, lo que parece es simplemente eso: lo que
parece que es”.
César Pérez Gellida se ha
convertido por derecho (y por revés) en uno de los grandes del género,
evolucionando en cada nueva entrega, afinando su estilo, ambicioso en las
formas y enlazando el argumento con tanta precisión que consigue que leas
600 páginas de una sentada y sudes tinta china detrás del malo. Quizá no
volvamos a encontrarnos con estos personajes a los que ya habíamos cogido
cariño, pero estoy segura que volveremos a ver a César con nuevos proyectos
exitosos y bien hechos.
Gracias por dejarnos disfrutar
tanto. Somos muy “fanes” tuyos por aquí (y con lo de Lorenzo Silva nos has
ganado para siempre)
No os recomiendo que la leáis,
casi os obligo, nosotros ya lo hemos hecho y sabemos de lo
que hablamos
Virginia