martes, 20 de junio de 2017

La sustancia del mal

Luca D’Andrea, Alfaguara, 2017. 

Jeremiah Salinger es un reputado guionista de documentales que deja Nueva York para instalarse con su familia en Siebenhoch, el pueblo natal de su esposa Annelise, ubicado en las montañas del Alto Adige, al norte de Italia. Allí queda atrapado por el encanto de los héroes de la montaña y decide trabajar en un nuevo proyecto en el que filmar los heroicos rescates del equipo de salvamento. Pero un accidente truncará el proyecto y dejará a Jeremiah sumido en la apatía. En la vida rutinaria del pueblo y la familia, los paseos con su hija, los tragos con su suegro, Jeremiah echa en falta un aliciente que le mantenga ocupado y le aleje de las pesadillas y el miedo en el que queda anclado tras el accidente. Por eso, cuando oye hablar de la masacre del Bletterbach, un oscuro episodio del pasado del pueblo ocurrido 25 años atrás, en la que tres jóvenes fueron asesinados en un barranco durante una tremenda tempestad, no puede evitar sentir curiosidad, y empieza a investigar, despertando la enemistad del pueblo y poniendo en peligro la estabilidad de su matrimonio. Salinger sabe que debe alejarse de esa historia, pero los progresos en su investigación desvelan secretos que hacen que le sea imposible dejar de pensar en ello…
Es un thriller hipnótico, que atrapa y se lee muy deprisa. Me gusta mucho el reflejo del ambiente, que hace que uno se sienta en la montaña, respire frío y vea blanco a su alrededor. Y me gusta especialmente la construcción de Werner Mair, hombre recio que protege a su familia, que abre la mano al marido de su hija, enseñándole cómo entrar en el corazón de la montaña y cómo recuperar las prioridades en la vida.
Y ahora, una pequeña ración de spoilers: creo que se cargan demasiado las tintas sobre las ausencias de Salinger, la exigencia de la promesa de Annelise y la culpabilidad de romperla: no deja de ser un adulto ocioso, todo el día en casa durante meses (¿de qué vive esa familia?), ¿tantas son sus ausencias? Entiendo la culpabilidad que le produce el accidente, pero me cuesta más entender el episodio con Brigitte, la necesidad de cargar tanto las cosas (Brigitte, en mi opinión, sólo es una pieza para profundizar en Günther en la medida en que permite seguir describiendo al grupo de la montaña; y especialmente, en la construcción de Manfred). Y tengo una pega con el final, pero escribirla aquí destriparía todo el argumento, así que cuando lo terminéis, lo hablamos.

Thriller rápido, ideal para viajes o vacaciones. Os lo recomiendo.

martes, 6 de junio de 2017

El cuento de la criada.

Margaret Atwood, Salamandra, 2017. Publicado originalmente en 1985.

Defred es una criada. Viste de rojo, lleva amplios vestidos que desdibujan su cuerpo y una cofia que oculta su rostro.

Defred no es su verdadero nombre. Designa a quien pertenece: De Fred. Al comandante. A su esposa, Serena Joy. Defred vive en su casa y su misión es proporcionarles un hijo.

Porque Defred es una mujer en edad fértil y Serena no puede concebir. Si no fuera criada, podría ser una sirvienta, una Martha, como Rita y Cora. O podría ser desterrada a las colonias a limpiar residuos tóxicos hasta morir. En este mundo, esos son los tres roles que puede desempeñar una mujer: esposa, madre, ama de casa. Las más pobres tienen que ejecutarlos todos.

Defred recuerda cómo eran antes las cosas, cuando aún no se había impuesto la República de Gilead, un régimen religioso basado en el control del individuo. Ella estaba casada con Luke y tenían una hija, trabajaba, salía de casa, tenía propiedades, podía beber y fumar. Pero todo eso desapareció. Con su monólogo, sabremos cómo, y asistiremos a su rutina: la soledad, la frialdad y la rigidez, la desconfianza, puesto que cualquiera puede ser un delator, y el miedo, porque su hija sigue en alguna parte y podrían utilizarla para hacerla daño. La invisibilidad, la aniquilación de la personalidad, convirtiendo a los seres en intercambiables, en meras máquinas de procreación. Es escalofriante, porque es reconocible: Defred vivía otra vida y se la arrebataron.
Me ha resultado muy interesante el monólogo interior de la protagonista, tan atenta al detalle, al análisis del otro, y de sus propias necesidades, sus reflexiones ante el vacío. Y está bien costruido tanto el entorno opresor como los pequeños resúmenes que nos ayudan a entender cómo surgió este modelo de sociedad, sus estructuras, sus cimientos. Quizá lo más flojo sea el final, con ese cambio de ritmo, si os lo leéis podemos discutirlo.
Es una novela magnífica, asfixiante, absorbente, que recrea una sociedad verosímil en su extremismo, y que nos recuerda que el peligro pueda estar por llegar, porque los antecedentes que relata nos resultan familiares. No os la perdáis.


“Vivíamos, como era normal, haciendo caso omiso de todo. Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar, hay que esforzarse para ello”.