Narrado en
primera persona por varias voces femeninas que se van alternando, la estructura del
libro se construye sobre dos pilares: un narrador no fiable y la dosificación
cuidadísima de la información, de ahí que incluso un resumen muy básico del
argumento pueda suponer un patinazo que reste interés. Intentaré ser breve para
evitar desvelar nada, pero no es uno de mis fuertes.
Rachel toma
todos los días el tren de las 8.04. Mira por la ventana e imagina la vida de
aquellos que habitan las casas que contempla: les imagina nombres, vidas… y son
para ella familiares, parte de su entorno. De ahí su preocupación cuando los periódicos cuentan que una de
las mujeres que observa cada día ha desaparecido. Ella sabe algo que quizá podría
ayudar. Pero, ¿lo sabe realmente? ¿Qué puede recordar?
“La chica
del tren” me recuerda a “Perdida”, pero me ha causado mejor impresión. Me ha
parecido altamente adictiva: yo he tardado 2 días en terminarla. Me gusta la
protagonista alcohólica, me gusta cómo está llevada su autodestrucción. Debo
decir que esta novela me ha dado sed y me he visto bebiendo junto con Rachel.
Creo que lo que menos me ha convencido es el papel de Anna, que se la utilice
como narradora, y aunque entiendo lo que aporta, sobre todo en el desenlace,
creo que habría sido más sólida si se hubiera prescindido de su voz.
Engancha
mucho, la recomiendo como lectura de evasión y me parece muy adecuada como
novela de piscina.