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Los lectores de La librería ambulante recordarán las peripecias de Helen y Roger por los caminos vendiendo libros. Han pasado unos años y el matrimonio se ha instalado en Brooklyn, ha montado una librería de segunda mano y gracias a su afabilidad se ha rodeado de un grupo de incondicionales, como el rico señor Chapman, que les tiene tanto aprecio que les pide que acojan como aprendiz a su bella hija Titania para ver si son capaces de enseñarle algo de la vida. A los libreros y a la nueva ayudante conocerá el publicista Aubrey Gilbert cuando pase por casualidad para ofrecerle al señor Gifflin que se plantee emplear métodos profesionales para anunciar su negocio. Aubrey se queda prendado de Titania, y en su intento por acercarse a ella, detecta detalles extraños que acaban resultando sospechosos: libros que desaparecen y vuelven a aparecer, misteriosos anuncios del periódico... Cuando Aubrey es atacado por la calle comprende que se trata de un tema serio, y que quizá Titania corra peligro...
Entretenida y fácil de leer, esta segunda parte comparte con la primera cierta ingenuidad del relato, una candidez que en el primer volumen me encandiló y en este me ha cansando un poco. Helen, protagonista en La librería ambulante, pasa aquí a un segundo plano y es Roger el que tiene más peso de los dos, pero es un personaje algo excesivo y a mí me acaba aburriendo. Sin embargo, me ha parecido muy interesante el reflejo de la época: es 1919, el mundo acaba de salir de la Primera Guerra Mundial, el mayor horror conocido, y Roger reflexiona sobre esa nueva vida en que los hombres han aprendido cuánto daño pueden hacerse y en el que tantas personas han muerto (y qué papel juegan los libros para conseguir que no se repita). En cualquier caso, al margen de que leáis o no la novela, sí os recomiendo que leáis los dos primeros capítulos, que son para mí obligatorios para todo profesional del libro en general y de la venta de libros en particular. Roger dialoga con otros colegas si la labor del librero es darle al cliente lo que este busca o ayudarle a moldear un gusto refinado, proporcionándole obras que el cliente ni siquiera sabía que existían. Sorprende la actualidad de esta polémica casi un siglo después...
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