Ya hablé de Sara Mesa aquí con motivo de la publicación de “Cuatro
por cuatro” en 2012, con la que quedó finalista del premio Herralde. Me pareció
entonces una autora prometedora a la que había que seguir la pista, y de ahí
que haya leído “Cicatriz” según salió al mercado. Mantiene en esta nueva novela
cierto tono oscuro y turbador; pero creo que esta autora tiene que seguir
evolucionando, y que aún no ha alcanzado todo su potencial.
Sonia conoce en un foro literario a un hombre que adopta el nick
de Knut Hamsun. Se escriben, él le pide una foto, a cambio le ofrece mandarle
libros. Sonia descubre que él roba de manera sistemática; tras los envíos, sólo
le pide que abone los gastos del paquete. Comienzan una relación epistolar cada
vez más íntima, cada vez con más regalos: tras los libros, perfumes, zapatos,
lencería… Sara Mesa explora cuestiones como la intimidad, la moralidad, la
plasmación de las fantasías con personas lejanas que uno siente como cercanas.
Lo que es “normal”, lo que es aceptable u aceptado.
El libro empieza muy bien y, en mi opinión, pierde fuelle
según avanza. Me parece un acierto el tratamiento del narrador, cómo maneja el
punto de vista y cómo mezcla el estilo indirecto libre con las transcripciones
de los párrafos, apoyándose siempre en ella, con la que es más fácil que el
lector empatice. La alternancia cronológica en la que basa la estructura es
difícil de llevar y uno acaba interpretando el texto con cierta linealidad;
tampoco acabo de ver qué aportan los saltos en el tiempo. Lo más interesante es
la evolución de la intimidad entre ellos, las reglas sobre las que construyen
su relación. Sin embargo, creo que va perdiendo fuerza, y el final me ha
resultado decepcionante. Aun así, está bien escrito, son personajes sólidos, y
su regusto se ha quedado días conmigo.
Pdta: ando un poco harta de este argumento que justifica el
robo en grandes superficies como si robar en una pequeña e independiente fuera
un delito, y una estructura mayor atacar al sistema capitalista. Me molesta que
se utilice ese supuesto matiz moral para justificar un comportamiento, en mi
opinión, inaceptable, como si el contexto modificara los hechos; y me choca que
nadie parezca darse cuenta de cuántos puestos de trabajo se pierden porque las
cadenas no pueden aumentar sus plantillas y hacer frente a la merma que sufren
sistemáticamente… He sentido mucha incomodidad al leer los amplios espacios que
la novela dedica a explicar cómo robar en las librerías, y creo que la autora
se ha extralimitado en este sentido.