La sonrisa etrusca, José Luis Sampedro, Destino, 2011
Para destensar de
tantos juegos de tronos he hecho caso
a Carolina (por fin) y me he acercado a esta joyita. Imprescindible. Muchos
hemos disfrutado de ser nietos, ahora somos hijos y quizá algún día seamos
abuelos. Así que éste es nuestro libro. Porque sólo con el paso de los años y
el regusto de los recuerdos uno se da cuenta de la importancia del nonno.
Salvatore (alias
Bruno) es un viejo partisano que, obligado por la viudedad y un cáncer de
mordida cruel, se traslada a Milán, a casa de su hijo y su nuera. A
regañadientes, maldiciendo la gran ciudad, las costumbres de hoy en día y
añorando su pueblo y sus rencillas ocupa el pequeño cuartito que será su
fortín. Pero en cuanto pone un pie en ese territorio a priori hostil y se
encuentra con Brunettino, su nieto, su concepción de la vida y de los hombres
cambiará por completo.
Él, un varón de
campo, cascarrabias, recio y “machista” sucumbe con ternura y profundo amor a
ese pequeño hombrecito en que se convertirá el bebé que duerme en la cuna. Y en
eso pasa los días, en educarlo, en hacer “cosas de mujeres”, en sacarle a
pasear, comprarle unas botitas que le ayuden en los primeros pasos…
Enternece escuchar
las palabras cargadas de sentimiento que cada noche le dedica a oscuras,
vigilando su sueño. Emociona cuando guarda a escondidas un traje lleno de
minúsculos botones que se le resisten para practicar con esas manos fuertes que
le ha forjado la vida. Porque eso sólo lo hace un abuelo.
Me parece un
precioso homenaje a todos esos hombres que quizá por la época, los roles
familiares y el que dirán nunca se acercaron a sus hijos como lo hacen con sus
nietos, sin nada que perder, a pleno corazón, con verdadero orgullo e
ingenuidad.
Maravillosas las
pinceladas sobre las relaciones de padres e hijos, que sólo con el tiempo y la
llegada de una nueva generación son capaces de entenderse. Parece que es
imprescindible ser padre para llegar a comprender al tuyo y ver reflejado en tu
hijo el amor que a ti te tiene.
Sampedro no
necesita frases grandilocuentes ni un lenguaje excesivo, la historia se
sostiene sola, conmueve y traspasa. Verdaderamente genial.
Al acabarlo
entiendes que es un libro que todo el mundo debería leer.
Ti voglio bene
nonno!
Virginia